viernes, 30 de mayo de 2014

Una de las metáforas más po­pulares cuando se habla de Internet es decirle la nube. Pero ocurre que la nube es semejante a las definiciones del estilo la gran red de redes, o la gran red global, que en definitiva dicen tanto que dicen muy poco. En algún caso podría haber una referencia directa a la tecnología, a las redes de datos, a las viejas LAN y WAN, pero la idea de la nube en español es heredada del inglés, de los norteame­ricanos principalmente, que hablan hace varios años ya del cloud computing. En ese sentido, encontramos una enorme cantidad de servicios cloud que nos ofrecen todo tipo de facilidades con las ventajas (y desventajas) de tener todo siempre allí disponible, en cualquier dis­positivo con conexión a Internet, La nube pasó a ser, en el imaginario co­lectivo globa. "Tubos, en busca de la geografía física de Internet", An­drew Blum (2012). Blum se pasó dos años de su vida recorriendo literalmente el mundo, buscando el costado físico de Internet, visitando los principales cen­tros de datos del mundo, las cajas que conectan los nodos más importantes de la gran red de redes, y sobre todo, los tubos por donde corren los datos. Se­gún este autor, son los tubos, nada más y nada menos, eso que hace que Internet sea algo tangible y a la vez complejo y no-explicable de manera sencilla. No obstante y, a pesar de esa dificultad de explicar qué es Internet, la idea de Internet se naturaliza. Dice Blum que las personas usan Internet (los que acceden, agreguemos) de la misma ma­nera que usan el oxígeno, se acostum­bran a consumirlo desde pequeños y nadie se pregunta de dónde viene; agreguemos aquí: hasta que falta. El tubo de telecomu­nicaciones más largo del mundo se llama SAT-3 y une Portugal con Sud­áfricaEl almacén más importante de datos para América Latina, se encuentra en Miami, con excepción de Brasil que cuenta con un cable que lo conecta di­rectamente a Portugal. Cuando alguien desde Latinoamérica envía un mail a Europa, la información primero llega a Miami, cruza el Atlántico hasta Londres o Ámsterdam y desde ahí va a su des­tino. Ese podría ser un camino “real” de un correo . Si tuviéramos la posibilidad -así como lo hizo Blum- de seguirle el rastro a nuestros cables/tubos y llegar a los principales data centers de nuestra zona, de nuestra provincia, o del país, seguramente aprenderíamos mucho, tanto alumnos como docentes, y encon­traríamos muchas más razones para dejar de decirle la nube a Internet.